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Su funcionamiento se basa en celdas de combustible biológicas, de momento del tamaño de una batería de coche, en las que la energía química es convertida en energía eléctrica mediante la acción bacteriana. Estas bacterias, cultivadas en el interior de cilindros de carbono, reaccionan ante la presencia del fluido produciendo una descarga eléctrica que es almacenada. Las celdas de combustible microbianas ya habían sido descubiertas hace más de una década, pero nunca habían llegado a ser oficialmente viables.
Cada vez son más comunes las investigaciones que buscan aprovechar el cuerpo humano para generar energía y evitar el tener que desprenderse del dispositivo. Científicos británicos desarrollaron también un vehículo que funcionaba a partir del gas metano presente en excrementos humanos, incluso un equipo español ha logrado mover un coche teledirigido usando anillas de latas de refrescos. Esta fuente de energía resulta especialmente ecológica ya que no depende de condiciones metereológicas ni de restricciones geográficas, sino que cualquier persona en cualquier momento puede alimentar el dispositivo sin necesidad de un enchufe.
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